martes, 26 de mayo de 2009

Y mientras tanto...

Mientras tanto,
mientras estas,
mientras seguis porque te retengo,
me lleno de mientras tantos que estan vacíos.

Mientras tanto,
mientras se que me dejas de amar,
mientras te alejas cada segundo un poquito mas,
me encuentro con mientras tantos que aparecen y no se van.

Mientras tanto,
mientras me aferro a cada uno de mis recuerdos,
mientras sueño con vos y te invento cuando te necesito,
mientras tanto se nos hace eterno.

Y mientras tanto,
seguire abusando de mis mientras tanto,
hasta que llegue el final donde se muera el sol,
y deje de necesitarte,
de buscarte,
de encontrarte donde ya no sos vos...

viernes, 22 de mayo de 2009

Abriendo los ojos - Cerrando los ojos

Abro los ojos y te veo
mas lejos, un poquito mas lejos.
Cierro los ojos y ahi estas,
mas cerca, un poquito mas cerca.

Ya llega el día y la noche,
que haran que me pierda abriendo y cerrando los ojos
para no extrañarte tanto.

Ya llega el día y la noche,
donde te voy a buscar soñandote,
y te voy a recordar dibujandote,
y te voy a llamar en silencio desde mi habitacion.

Llega la noche lejana,
y me va a traer de recuerdo cada uno de mis intentos de olvido,
y la sensacion de sentirme vencida,
y la perdida de resistencia al haberme enamorado.

Abrir los ojos y que no estes mañana,
para poder cerrar los ojos y seguir soñandote...

martes, 12 de mayo de 2009

Azul Oscuro

Noches pintadas de azul, de un azul casi negro. Aquí estoy, preguntándome por que sigo estando. ¿Por qué no me llevaste con vos? ¿Por qué no me fui cuando te fuiste de mi?

De vez en cuando, me llega la sensación de querer darle una secuencia a estos pensamientos que nacieron desordenados, e intento con las pocas fuerzas que tengo, de darle un sentido a lo me invade, me perturba.


Te amo y te odio. Amo tanto odiarte de vez en cuando. Odio tanto seguir amándote y no poder disfrutarte, ni tocarte, ni sentirte.

Te amo y te odio. Amo un poco la sensación de amarte al saber que ya no estás, que no vas a volver, que con el tiempo vas a alejarte más y más. Se retuercen las entrañas, que de vez en cuando te extrañan, y preguntan por vos, por el amor que sentí una tarde yendo a tu casa, con miedo, con ganas, con muchas ganas…


Quiero cerrar los ojos y dormir. Dormir. Dormir. Cerrar los ojos y creer que todo va a desaparecer, pero que no se vaya la sensación de haberte amado alguna vez. Impreso en el aparato psíquico que me sigue bombardeando en los huecos oscuros, ahí te dibuje en el cuerpo, sumandote a mil representaciones y huellas de eso que no se va jamás. Al final del día, parezco una maquina que hizo hizo hizo, siguió, y solo en sus descansos, los huecos oscuros se llenan de vos. Que el río fluye es cierto. ¿Por qué resistirme a nadar en el?


Noches pintadas de azul. Ahora extraño todas las noches que no nos dimos. Ahora si extraño la sensación de admirarte por aquello que no entendía pero pasaba. Ahora si extraño el sabor de esos besos que no me dabas, y tu mirada siempre esquiva, siempre tan lejos de mis ojos. Entenderte. Rechazarte. Retenerte. Libertad. Soledad. Dolor. Tristeza. Te echo de menos.


¿Quien es aquel? ¿Aquel que me habla tan suave, tan despacio? Tan delicado que me da miedo que conozca mis miedos. Saber y sentir que lo voy a arruinar. Saber y sentir que en el futuro me va a doler, me va a lastimar, que voy a sentir culpa, me voy a sentir mal. Aquel, que camina despacio y deja huellas profundas en mi cuerpo, en mi piel. Aquel, que diciéndome casi nada me desnuda mis miedos y me muestra lo que no quiero ver. Aquel, que sostuvo con sus silencios, mi cuerpo que se fragmentaba, que se desvanecía por tu ausencia. Te extrañe tanto, te extrañe tantísimo. Y de tu azul, azul oscuro se fue aclarando algo y ahí llego el índigo.


No es la tristeza de echarse a llorar, ni la tristeza que acompaña el acto de retorcer pañuelitos viejos, ni la tristeza de sentir vacío en el corazón. Es la sensación de sentir que se hace inacabable lo acabado, de sentir que se tornan palabras los meses de silencios, de sentir que los pies te buscan aunque no los acompañe la razón. Sentir que estas ahí en la esquina, y me ves, te veo, y seguís ahí. Y yo me muevo, voy hacia vos, y vos seguís ahí. En la misma baldosa, sin moverte.


Índigo. Verde. A veces naranja. Un espejo que me muestra en palabras lo que soy. Solo soy palabras que mueren al desprenderse de mis labios. Otro vacío en el corazón que no se va a saber llenar jamás. Otra pérdida perdida en el tiempo. Otra marca, otra estrella que se va a apagar por siempre, aunque vuelva a salir el sol.


Azul. Viajando y pensando ahí se cruzan las sorpresas. Y sonrío, y disfruto de cosas ajenas que dejan de ser el fondo y se hacen figura. Y pienso en regalártelas, y pienso en llenarte de cosas que me doy cuenta que no te voy a llenar. Azul oscuro, que mezclado con amarillo se hace verde, no azul claro. Los hombros se caen despacio, sabiendo que a veces el esfuerzo no tiene mucho sentido.

Lo distinto nos da miedo. Ya no trato de tapar con mis manos todos los sentimientos que afloran y vuelan. Se escapan y los dejo volar. No me da miedo sentirme triste aún siendo consciente de mí. No me da miedo quererte, aún sabiendo que jamás vas a volver a estar. No es miedo. Es nada. El todo a veces se hace nada, y la nada nada hacia un algo, que la saque de esa nada. El nada no siente tristeza, el nada no siente miedo. El nada no siente nada.


Mi cuerpo fragmentado color índigo. Que raro es extrañar a alguien que no conociste. Que extraño es extrañarlo sin ni siquiera haberlo tenido. Y él se parecía bastante a vos. Él tenía miedos, que eran distintos a mis miedos. Él también estaba triste por un viejo amor. Él sabia calmarme cuando nada me calmaba. Él sabía llenarme, mientras te ibas y me vaciabas. Índigo. Mezcla de mi azul oscuro y azul claro. Un color inventado. Inventándolo para poder seguir.


 Una mesa de madera. Un poco rallada, y con una pata coja. Mis manos se escondían debajo de la mesa, porque temblaban y no sabían quedarse quietas. Lo miraba. Miraba mis manos. Lo miraba y miraba que no mirase mis manos. ¿Quien tiembla tanto solo por estar en silencio? Nos separaba la esquina de la mesa, y mis manos se escondían, mientras tragaba mas saliva para disimular mis nervios.


Mis manos se escondían, pero las suyas no paraban de bailar en el aire que nos juntaba, que compartíamos en esa habitación. También estaba nervioso. Creo que eran esos nervios que se amontonan, por tratar de ocultar que uno esta nervioso. Despacio, despacito y casi lento, sus manos se movían de un lado al otro, mientras las mías se escondían debajo de la mesa.


Shhh. Shhh. A ver si me escucha. ¿Me escuchas? ¡Si lees mis pensamientos tose! ¡Ay! ¡Que tonta! Es obvio que no lees mis pensamientos. Entonces puedo seguir fantaseándote. Que boca finita tenés. ¿Cómo besaras? Pero… ¿pero si lees mis pensamientos y para ocultarlo no tosiste? ¡Que estúpida! Es obvio que si lees mis pensamientos no me lo vas a decir. Bueno, entonces quiero decirte que no te estaba fantaseando. Era una broma, un chistecito. Obvio, más que obvio.


¿Qué hacemos que nos separa una mesa? Un simple rincón. Un salto corto, y podría saltarte a la yugular. Y me tirarías al suelo, me gritarías “nooo, estas confundida. ¿Qué te esta pasando?”. Me sentiría pésimamente mal, y tendría que meterme debajo de la mesa, como lo hacen mis manos en este momento.


Te miro y busco en tus pupilas algo de mi. Algo de mi se fue con él. Antes tropezaba con mis errores, pero todo me era nuevo. Antes las cosas me dolían, y no tenia con que compararlas, entonces no sabia que eso era dolor, que entraba en una balanza, donde mediamos el grado en que me pesaban las cosas. Lo bueno y lo malo. El negro y el blanco. Él siempre tan gris. Antes, antes no había un antes que me podía servir de parámetro. Antes no había nada, y esa nada se volvía mi todo, todo el tiempo. Pero después, después llegaron los enojos, comparados con un antes, un antecedente del amor. Después llegaron las decisiones, llegaron las elecciones, el confrontarme con seguir despierta a mis sueños, y cada tropezón, cada pinchazo en mis burbujas de ilusión. Después todo se trataba de buscar antecedentes, porque para eso estaban los antecedentes. Pero después, después era todo más intenso. Antes, el río seguía su curso natural, sin entenderlo. Después, yo era el río.

La necesidad de salir a buscarse cuando nos pierden. Esa necesidad absurda de que nuestro amor sea puro anacronismo. Esa necesidad de vaciarme de recuerdos, que sigo y sigo construyendo. ¿Cuándo se terminaba el enamoramiento? Una vez nos separó la esquina de una mesa de madera, y otra vez una despedida en una esquina. Y caminando, caminando perdida sintiendo que mis pasos iban borrando sus huellas.


Dos. Tres. Cinco. Al final nos encerramos en un cuadrado que se volvió un circulo. Estás en el centro y no encuentro un vértice donde meter una mano y sacarte, arrancarte de una buena vez. Círculos como nudos Borromeo que siguen enlazándose. Ahí donde no había nada, ahora hay cuatro. El cuarto nudo que es un síntoma. Un síntoma de esos que no duelen, un síntoma de esos que casi ni se sienten, y se hacen crónicos, y aprendes a convivir con él, y disfrutas de su estadía. Si no está, dejas de existir.


Cuanto silencio. Hablamos algunas horas, y la mesa nos seguía separando. Jamás iba a saltarle a la yugular, pero creo que él también lo pensó. Pensó que le clavaría mis dientes afilados, buscando saciar mi hambre. Por fuera era lo correcto. Prudente y sereno como el color índigo. Yo dejaba de ser multicolor, para volverme un rojo enfurecido.


Extrañaba el azul. Un índigo no es un azul. Un índigo es calma, serenidad, sabiduría, proyección, pero no es azul. Ese azul que un día se volvió casi negro. La noche era casi negra caminando de regreso. Y esas pisadas que nos hacen casi levitar, y seguir, seguir caminando mientras el fondo se va borrando, se va haciendo azul casi negro.


 Él sabia. Ella sabia. Todos sabían. Todos sabían que se sabia pero tenían que hacer que no sabían. Él sabía que ella sabía que él también sabia, pero no podía hacer mas. Como mirar la blanquedad de la pared, y ver bien de cerca todas las arañitas, las imperfecciones, las líneas que subían y de pronto desaparecían finamente. Mirar la blanquedad de la pared, y sentir frío atrás. Una pared totalmente calida, que no la despreciaba, no la rechazaba. Una pared que la sostenía, la protegía, y atrás el caos, el desorden, los errores, los miedos, gritos, peleas, olvido, celos, y el resto del cuarto.


Todo, todo menos él. Tantas hojas, y tantas horas invertidas, para hacer que el corazón pierda la razón y caiga en el sinsentido de los enamorados. Que desperdicio. No. No. No va a pasar esta vez. Prometí que no va a pasar otra vez. Promesa sin cumplir, que ocasionó semejante tsunami.


Y ahora, después, me encuentro con esa promesa y ya no me sostiene la pared. Tratar de cortar con los puntos suspensivos, buscando algún día sacar uno, y con el tiempo, cuando haya sanado un poco el dolor, sacar el otro y que llegue mi punto final. Duele que las cosas un día nos dejen de doler, de importar, que dejen de ser círculos, y se conviertan en algo lineal, y tener que terminar la infinitud de puntitos que lo hacen, para un día dibujar el punto final.


Vamos a saltar en el tiempo, y seguro ya no me voy a acordar de lo que sostenía el lápiz en esos puntos suspensivos, en ese no saber por que estás cuando ya no estás, por que no te vas si te sigo echando de mil maneras, por que aunque te borre, seguís estando en esos puntitos.


El día que tu rodilla se metía juguetonamente entre mis rodillas, el día que nos separaba un espacio de aire que no decía nada, y me invitabas a acercarme a tus brazos, y yo quería abrazarte las piernas, el día que me miraste en silencio, y en silencio me dejaste de amar, y en silencio supe que me estabas dejando de amar, que te estabas despidiendo, que te estabas despidiendo para siempre de lo que sentiste alguna vez por mí. En silencio, tocaste mi pelo despeinado, enredado como la raíz de la enredadera, la raíz de mis pensamientos turbios, y en silencio me demostraste todo el amor que conocí en la vida. Sentimos el amor solo en la despedida, o eso parece a veces. Eso fue amor. Tu silencio, tu mirada diciéndome adiós, tal vez pidiéndome perdón y sabiendo que me ibas a doler, que el adiós me iba a doler. Así me miraste.


Llueve, y las gotas se aferraron a la ventana y las veo caerse. Me da tristeza. Soy como una gota, que no quiere seguir el curso natural hasta caerse. Soy como una gota, que resiste y trata de pegarse al vidrio, y sabe que le quedan segundos, y va a caerse. Resistencia. Que pérdida de tiempo.


Los labios se besan, el de arriba y el de abajo, se besan y empiezan a hablar. La voz no sale, pero están hablando, hablándote todo el tiempo. Llego a la esquina y me detengo. Todo alrededor pasa demasiado rápido y es de noche, y para mí oscureció más de la cuenta. Mi voz no sale, pero te estoy hablando. Te estoy diciendo que sigas caminando, que no mires atrás. Y en ese entonces, cuando ya hicimos unas tres cuadras, me doy cuenta que estoy corriendo sin ir tan rápido. Me voy, como levitando, y todo en el fondo se pinta de azul oscuro casi negro. Andando, voy desandando todo mi camino hacia nuestro amor. Andando, voy desandando las mismas calles que un tiempo atrás disfrutaba tarareando. Andando, andando de prisa en la oscuridad.


No pude cambiar mi fantasma, parece que es algo estructural y por lo visto te convertiste en el agua, mientras yo soy el río.


Te vuelvo a dibujar, te vuelvo a dibujar con las mismas y perfectas imperfecciones, y el azul es casi negro en tu interior. Te vuelvo a dibujar, sabiendo que te volviste a enamorar, sabiendo que nunca me vas a volver a amar, y te vuelvo a dibujar.